
Desde hace años nos venia preocupando eso del timple. Era un elemento que andaba a la deriva y sin que nadie mostrara interés en aprovechar sus formidables posibilidades. Juan de Dios «el de la Generala» lo tocaba estupendamente. Pero se fue y nadie volvió a asumir el cetro del virtuosismo timplero.
El timple tiene nombre propio; de raíz ortodoxa. Viene a ser la equivalencia de Doña María Barrientos y su cuerda dentro de nuestras parrandas callejeras, donde el aún ejerce de barítono con tendencias a bajo cantante -y la guitarra hace de todo.
El timple o «cameyiyo» es sencillamente electrizante. El canario de raza que lo oye siente que desde su nuca, desde lo más delicado de sus centros nerviosos se esparce una como anulación de la propia voluntad que lo subordina en todo al lenguaje de las cinco cuerdas. Percibe la onda melódica impregnada de radiaciones sin conten y se trueca en cuerpo muerto en brazos de aquel torrente de llamadas irresistibles. En la noche el reclamo del timple es imperioso, inexcusable, con un sabor agridulce, melancólico, que todos los canarios sentimos sin podérnoslo explicar
ni eludir. Se reproduce, poco más o menos, el mito de orfeo en los Infiernos.
Jeremías es hoy el mejor floriador local de timple. Hace tiempo tratábamos con él de estos asuntos.
Le exponíamos nuestro punto de vista respecto a las posibilidades que se podían extraer del timple con un conocimiento metódico de su técnica de fabricación y modo de pulsarlo. En una rondalla, un par de timples en tonos distintos darían un resultado prodigioso.
Pero las rondallas creen de más alto interés y más fino, el Torna a Sorrento» a base de trémolos de «bandolina» y arrebatos de plectro.
El timple ofrece mayores posibilidades que el ukelele. Y una cuerda más. Tiene un sabor tan nuestro, que ningún otro instrumento lo iguala. Por ese total de circunstancias nos apasiona, desde hace años, el peculiarísimo guitarrejo isleño.
—Vamos, vamos —dirá alguno de la otra banda—, si no es más que un guitarrico adaptado…
Quien esto diga no conoce el «cameyiyo», con sus distintas afinaciones,o no ha visto en su vida al español «requinto».
Desde un punto de vista personal,el guitarrico —es decir, el requinto o sea la guitarra reducida a una quinta expresión-, nos resulta antipático. Cuando oímos que alguien lo manda queriendo suplantar al corcobado instrumento nos parece como si se pretendiera que desdeñásemos el mejor ron de Telde en beneficio de cualquier coñac matarratas a base de alquimia y veneno.
Es muy significativo que el timple tenga su principal zona de aclimatación expansiva en Lanza-,rote. Nadie como los conejeros para florearlos y construirlos. El timple tiene un entronque indudable —a nuestro menguado entender—, en los instrumentos de cuerda moriscos. Todos sabemos que un porcentaje altísimo de la población de aquellas islas —Lanzarote y Fuerteventura— estaba integrado a finales del XVI por gentes cautivadas en las riberas del África vecina. Los naturales de ellas, en gran parte, fueron vendidos
como esclavos en la Europa del Sur a raíz de la conquista y los moriscos vinieron, andando el tiempo, a sustituirlos. Nada tiene de extraño que al igual que hacían con sus ritos, hechicerías y festejos, —guardados cuidadosamente en el secreto del hogar—, trajesen con ellos algún artefacto músico que tras un periodo más o menos largo de adaptación se haya convertido en nuestro timple actual y maravilloso. Conste que es esta hipótesis personal y absolutamente gratuita.
Jeremías Umpiérrez; usted, sin pretenderlo, ha situado en esa su recién publicada conversación sobre el timple canario uno de los sillares más seguros del edificio de nuestras «leales y nobles diferencias» No tema usted; está bien asentado. Nadie se atreverá a tocarlo y el pueblo lo siente y sabe suyo. Ahora bien; así como coadyuvé en fijar en usted la preocupación por el conocimiento de la psicología, leyenda y posibilidades timpleras quiero que colabore en esa solicitud que es preciso elevar a la venerable Sociedad Filarmónica solicitando la creación de una cátedra de enseñanza de timple. Pero a esto debe anteceder la redacción del método de enseñanza pertinente. ¿Verdad que no es mucho?
No se preocupe usted por la polvareda. Mayor fue la que alzó Colón al zarpar con sus carabelas y ¡América está ahí!
Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.