Llegamos a La Vegueta, después un buen trecho de transitar por tierras de Tinajo, y una vez allí, de improviso, tropezamos con alguien que conocimos hace mucho tiempo, en las primeras confrontaciones luchísticas de los inicios de este noble deporte de Canarias. En aquellas reuniones llamaba la atención por su aspecto. Se había dejado greñas y por entonces era considerado como un «bicho». Algo tenía que tener detrás de ese aspecto fuera de lo común y con el tiempo lo ha demostrado. Como cualquier artista tras esa forma de ser y ese aspecto algo suigéneris, Juan Lémes, refugiado en su taller nos ha enseñado una industria original, distinta, sin semejanzas, algo que no conocíamos, algo nuevo para nosotros, aunque lo intuíamos por la sintonía del timple conejero, con el que cantaron tantas voces. Y distinto como él también tenía que ser su obra. Sus timples nada tienen que ver con los de Simón, el viejo artesano de Teguise, ni si quiera en su configuración arquitectónica. Entramos en su taller, despacio, sin pedir casi permiso, procurando no interrumpir y encontramos a un hombre con una calabaza entre las manos, atravesada por un mástil y a fuerza de maña y arte va tensando las cuerdas que después arrancarán al vacío sonidos variopintos que mueven nuestra imaginación y desatan la alegría.
Es una calabaza distinta es la llamada calabaza de agua.
¿Cómo se te ocurrió este invento?
Hay que partir una calabaza en dos tapas, dejarle la forma tal como está, ponerle un mástil con una escala y después, ponerle las cuerdas y dejar que suene.
– ¿Tu ya habías hecho alguna prueba?
Yo había hecho timples del otro tipo, siguiendo el otro sistema, esto fue una prueba que me dio por hacer a mí.
– ¿Y tienen demanda, te hacen muchos encargos?
Si me dedicara a hacer timples estaría todo el día. Vendo una barbaridad. Voy a las ferias y Vendo ocho, diez o los que puedo llevar, no vendo más porque no tengo.
– Pero allí estamos viendo otros instrumentos que haces.
Es una bandurria, aunque está a medias.
– Y de cada calabaza, sacas dos timples.
Dos timples. Se le quita la cabeza y luego se Corta por la mitad.
– ¿Y cómo surgió, porque la caja del sonido es esencial, fue por pura casualidad?
Yo había visto uno, pero estaba sin cuerdas y sin nada, era media calabaza y estaba clavada en un mástil, pero no sé donde la encontré y entonces pensé; voy a hacer un timple de calabaza a ver que resultado da y el resultado fue fabuloso.
– ¿Cuantos timples ha hecho Juan?
Más de doscientos he podido hacer, hasta Fraga Se llevó un timple de calabaza.
– ¿Explíquenos, qué personalidades le han Comprado timples?
Un teniente coronel de la Guardia Civil se llevó otro, se lo regalaron. Un día vinieron los guardias me lo encargaron y se lo llevó.
– También nos han dicho que tu eres escultor, ¿Qué tipo de esculturas haces?
De vez en cuando hago algunos bocetos, pero no, salen feos, como escultor no soy muy bueno, empecé hace poco tiempo.
– ¿Y quién ha sido tu maestro?
El primer maestro que tuve fue Simón Morales, que fue el que me enseñó a tallar, en la Villa de Teguise. Yo soy de Tao, iba a la Villa en burro a aprender a tallar, cuando Simón tenía la escuela de Artesanía en la Veracruz, que: se la montó García Escámez.
– ¿Ibas desde Tao en un burro?
Sí señor, durante dos años y medio. Allí aprendí a tallar, luego lo dejé, porque la vista me falló, empecé a trabajar de carpintero; estuve trabajando doce años de carpintero de rivera y construía los barcos aquí, en mi casa. También, trabajo de tonelero, preparo las escopetas, hago culatas, sueldo, tengo una relojería, hago cuchillos canarios… –
– Precisamente ahora estas haciendo uno.
Lo quiero para hacer un regalo.
– A parte de todas estas cosas…
He trabajado en el Coto de José María Barreto durante doce años haciendo los molinos que están en Tiagua y las tahonas.
– ¿Y nadie te ha enseñado, sólo Simón?
Él fue el primer maestro que tuve, pero luego trabajando de carpintero de rivera si tuve otro, Evaristo González, Tito y trabajé con él doce años, pero yo venía ya de La Palma y había aprendido un poco de rivera en La Palma.
– ¿Esto ya se está perdiendo?
Eso ya no sirve de nada. Aquí ya no hay nada que hacer. Aquí solo quedan cuatro carpinteros de rivera, cuatro trabajando.
– Cuatro y tú.
No, yo ya no me cuento.
– Lo tuyo son los timples.
Es que yo ya no puedo trabajar mucho porque tengo una pierna fastidiada.
– ¿Que edad tienes, Juan?
Sesenta y dos años.
– Eres joven hombre. A Juan lo conocimos hace muchos años en la luchada y siempre iba con la misma melena.
Claro (y se ríe), de toda la vida la tengo, desde que se decía antes que los peludos eran maricones (y vuelve a soltar otra carcajada). Antes, los que tenían los pelos largos y se ponían una chaqueta blanca, eran maricones. Y ahora es al revés, se ponen un moñito detrás, como los toreros.
– Cuéntanos, Juan, una cosa graciosa que te haya ocurrido cor estos temas.
Muchas, me han pasado muchas cosas. No sé.
– Tu hacías los timples para tener una justificación para la «juerguita»
También hice una guitarra de concierto a Domingo Corujo, pero no de calabaza. Además, hicimos una guitarra que él tendrá con el pico, incluso él parece que en Tenerife la estuvo modificando y creo que la patentó en Francia.
– ¿Y en qué estas trabajando ahora?
En Tiagua estoy haciendo un telar, un armario para poner vinos de todas las islas, con etiquetas de las distintas bodegas, un mueble largo de tres metros.
– Tu que de siempre has sido un canarión, con el gofio, los productos del campo ¿Nunca te dio por luchar?
Sí luché un poco, pero era malo, me alcanzaron muchos leñazos (y se troncha de risa), pero tuve un hijo que estuvo luchando hasta el otro día, Ricardo Lémes.
– Pues ha sido una alegría encontrarnos con Juan Lémes, artista de La Vegueta.
A mí no me gusta mucho la publicidad, más bien estas cosas han sido por Pepe, el hijo de José María Barreto que está en el departamento de Cultura del Cabildo (el de la barba, ¿Lo conoce?). Él siempre está «Lémes que salgas en la televisión», y me promociona continuamente..
Hombre pero tu eres un artista y a la gente de la tierra hay que darle el valor que se merece. Para nosotros ha sido un gusto venir a La Vegueta y charlar con Juan Lémes, aquel que iba a la lucha con el pelo largo y no por que fuera «marica», sino por que le gustaba, desde que era chinijo. Es siempre gratificante encontrarnos con nuestra gente que va » escribiendo la historia, porque la historia no la escriben solo los grandes, sino los que con su trabajo se engrandecen a sí y a la Isla.
24-10-1996 La Voz de Lanzarote pag 9-10
Artículos obtenidos de Jable Archivo de Prensa Digital de Canarias de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria