Crónica de la primera grabación de Timple y orquesta

Screenshot_2016-02-19-14-22-20En el año 1951 Néstor Álamo concede una entrevista a la Falange en la que relata la vicisitudes de la grabación por primera vez juntos,el Timple y una formación orquestal.

Ante la negativa de el director (el maestro Cisneros), se produjo la situación anecdótica de no tener preparado un músico que tocara el instrumento.

Néstor Álamo, tuvo que demostrar su conocido genio para que finalmente se incluyera.

El elegido fue Leocadio Machado  (periodista canario de origen Tinerfeño) que, a instancias de Agustín Miranda y Pancho Guerra; ya que los tres eran asiduos a una tertulia de isleños transterrados en Madrid,y en la que también participaba María Mérida, que terminaría por ser el germen del Hogar Canario en la capital.

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Leocadio Machado se  traslada a Madrid a vivir con veinte años, allí desarrollaría su carrera profesional llegando a ser director de programación de RNE y también escritor de temática vitivinícola.

Era un músico aficionado, tocaba el piano y era amante del folklore canario.

Falleció en 2009 a los 86 años.

La publicación del disco no se llevó a cabo hasta el año 1953, aunque su  grabación se realizó con anterioridad. ( entre el año 50-51)

…….. Ud. es un gran defensor del «timple», ¿no es eso?

En estos discos grabados ahora, se introduce por vez primera el «timple» (el estupendo «timple» canario) en una gran orquesta. Recayó para mi el honor de haber logrado este triunfo. Para mi, para Agustín Miranda Junco y para Pancho Guerra.

– ¿Y eso?

He sido siempre un defensor feroz del «timple»; no de agora sino desde hace veinte y tantos años. Conociendo el auge que en Norteamérica tenía el «banjo» y el «ukelele» no me cabía en la cabeza que aquí perdiéramos la oportunidad del «timple», que es absolutamente nuestro, aunque su forma sea similar al «ukelele», con una cuerda más.

– ¿Hizo Ud. algo en favor del «timple»?

Cuando oí a Jeremías Umpierrez, ese maestro del «cameyiyo», me produjo una impresión tremenda. Me convertí en una viga y media volví loco al pobre Jeremias acuciándolo para que redactara el primer método de «timple».. ¡ y él me hizo caso !

– ¿ Y lo llevo a cabo?

Muchos se rieron de él. El maestro Pich Santasusana, de quién pidió apoyo por estar viviendo del pais, incluso le hizo dos o tres «feos» al pobre Jeremías y este se aburrió. Pero a mi me siguió en la cabeza lo del «timple» en una orquesta. Así que en Madrid impuse al maestro-director que mis canciones o con «timple» o con nada.

– ¿ Y este que le dijo?

Al principio que si, pero luego salieron las pegas, que el «timple» era vulgar, que era estridente, que era poco armónico, pobre, ¡ que sé yo !… Es decir, yo si lo sabía, pero sabía también que nuestro instrumento, en la noche, tiene un sonido que se le clava a uno en la nuca y le prenda y lleva tras su rasgueo ni más ni menos que el imán se lleva a la aguja. Asi que me «plante».

– ¿ Las consecuencias?

Total, que el día de la grabación (domingo por mas señas) nos fuimos a la editora un grupo de canarios; con nosotros Agustin Miranda, que es más canario que yo, so es que esto es posible. Nevaba y hacía un frío del demonio. María Mérida llegó congestionada. Pancho Guerra, que me había alentado en mi lucha pro-«timple» me miraba con toda su desconfianza tirajanera. Pero yo no veía al «timple» ni al «timplista» por lado alguno.

Mis editores, que habian querido asistir también, me miraban extrañados. María Mérida iba poniendo paños calientes de un lado a otro y como en el futbol, (yo nunca he ido a él pero me lo imagino), se formaron dos bandos: de un lado los «timplistas», y del otro lado músicos profesionales, enemigos declarados del «intrusismo» instrumental …

– ¿ Qué equipo marcó el primer gol?

Vera Ud. se grabó «Rubio y Alto»  sin timple, en un arreglo bellísimo, a gran orquesta de cuerdas, del maestro Cisneros. El maestro dijo: «Bien, pues a seguir con las otras». («Ni hablar» -Interpuse-  yo dije que  las canciones irían con «timple» o no irían).

 El hombre «se subió a la parra» . Los músicos en Madríd cobran por horas y calidades y habla allí no sé cuántos primeros premios del Conservatorio Nacional. Yo no me quedé atrás y empecé a dar golpes con un bastón de puño de plata que me había costado tres duros en el Rastro…

– Hombre la escena me va gustando…

María Mérida creyó que sus paños calientes  iban a precisar del árnica. Pero en esto saltó el estupendo diplomático que lleva Agustín Miranda dentro y se comprometió  -con Pancho Guerra- a buscar un «timple»… con su correspondiente «timplista» claro… Y a rodar por Madrid, bajo la nieve, en busca del «tercer hombre»… y nosotros a esperarlos naturalmente.

– ¿Lo consiguieron?

Tras hora y media llegaron. El «timplista» era ese magnífico Leocadio Machado que para mi es un César González Ruano lagunero. A los dos minutos, Leocadio («timple» en mano)  era el dueño de la situación. Las canciones canarias que antes aparecían grises, sin nervio, dentro de la balumba orquestal, eran ahora alegres, pimpantes, llenas de color vital.

Todos (premios nacionales incluidos) lo reconocieron así, aunque yo creo que fué por espíritu de casta; a Leocadio, en aquellos días, le hablan dado la quinta parte del Premio Nacional del Teatro… Lo malo es que en la batalla perdimos una cuerda, porque los tinerfeños tocan el delicioso «cameyiyo» con solo cuatro y como Leocadio es de la otra banda…

– ¿En resumen?

Que bromas aparte, creo que el esas canciones gustan, se le debe en primer lugar a María Mérida, que las hace estupendamente —aunque yo no olvido la inimitable creación que de «Isla mía» hace Milagros Argüello) al «timple» y a Leocadio Machado, que al no sabe música tiene, como hace poco ha dicho María Rosa Alonso, muchos muchísimos bemoles….

 – Bromas aparte, ¿no es eso?

DECARLO

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Información obtenida de la Biografía de Néstor Álamo (Manolo González Ortega) y JABLE Archivo de Prensa Digital de la ULPGC.

Las leales y nobles diferencias. Néstor Alamo, 25/10/1946, Periódico Falange

Néstor Álamo.(1906-1994)
Néstor Álamo.(1906-1994)

Desde hace años nos venia preocupando eso del timple. Era un elemento que andaba a la deriva y sin que nadie mostrara interés en aprovechar sus formidables posibilidades. Juan de Dios «el de la Generala» lo tocaba estupendamente. Pero se fue y nadie volvió a asumir el cetro del virtuosismo timplero.

El timple tiene nombre propio; de raíz ortodoxa. Viene a ser la equivalencia de Doña María Barrientos y su cuerda dentro de nuestras parrandas callejeras, donde el aún ejerce de barítono con tendencias a bajo cantante -y la guitarra hace de todo.

El timple o «cameyiyo» es sencillamente electrizante. El canario de raza que lo oye siente que desde su nuca, desde lo más delicado de sus centros nerviosos se esparce una como anulación de la propia voluntad que lo subordina en todo al lenguaje de las cinco cuerdas. Percibe la onda melódica impregnada de radiaciones sin conten y se trueca en cuerpo muerto en brazos de aquel torrente de llamadas irresistibles. En la noche el reclamo del timple es imperioso, inexcusable, con un sabor agridulce, melancólico, que todos los canarios sentimos sin podérnoslo explicar
ni eludir. Se reproduce, poco más o menos, el mito de orfeo en los Infiernos.

Jeremías es hoy el mejor floriador local de timple. Hace tiempo tratábamos con él de estos asuntos.
Le exponíamos nuestro punto de vista respecto a las posibilidades que se podían extraer del timple con un conocimiento metódico de su técnica de fabricación y modo de pulsarlo. En una rondalla, un par de timples en tonos distintos darían un resultado prodigioso.

Pero las rondallas creen de más alto interés y más fino, el Torna a Sorrento» a base de trémolos de «bandolina» y arrebatos de plectro.

El timple ofrece mayores posibilidades que el ukelele. Y una cuerda más. Tiene un sabor tan nuestro, que ningún otro instrumento lo iguala. Por ese total de circunstancias nos apasiona, desde hace años, el peculiarísimo guitarrejo isleño.

—Vamos, vamos —dirá alguno de la otra banda—, si no es más que un guitarrico adaptado…
Quien esto diga no conoce el «cameyiyo», con sus distintas afinaciones,o no ha visto en su vida al español «requinto».

Desde un punto de vista personal,el guitarrico —es decir, el requinto o sea la guitarra reducida a una quinta expresión-, nos resulta antipático. Cuando oímos que alguien lo manda queriendo suplantar al corcobado instrumento nos parece como si se pretendiera que desdeñásemos el mejor ron de Telde en beneficio de cualquier coñac matarratas a base de alquimia y veneno.

Es muy significativo que el timple tenga su principal zona de aclimatación expansiva en Lanza-,rote. Nadie como los conejeros para florearlos y construirlos. El timple tiene un entronque indudable —a nuestro menguado entender—, en los instrumentos de cuerda moriscos. Todos sabemos que un porcentaje altísimo de la población de aquellas islas —Lanzarote y Fuerteventura— estaba integrado a finales del XVI por gentes cautivadas en las riberas del África vecina. Los naturales de ellas, en gran parte, fueron vendidos
como esclavos en la Europa del Sur a raíz de la conquista y los moriscos vinieron, andando el tiempo, a sustituirlos. Nada tiene de extraño que al igual que hacían con sus ritos, hechicerías y festejos, —guardados cuidadosamente en el secreto del hogar—, trajesen con ellos algún artefacto músico que tras un periodo más o menos largo de adaptación se haya convertido en nuestro timple actual y maravilloso. Conste que es esta hipótesis personal y absolutamente gratuita.

Jeremías Umpiérrez; usted, sin pretenderlo, ha situado en esa su recién publicada conversación sobre el timple canario uno de los sillares más seguros del edificio de nuestras «leales y nobles diferencias» No tema usted; está bien asentado. Nadie se atreverá a tocarlo y el pueblo lo siente y sabe suyo. Ahora bien; así como coadyuvé en fijar en usted la preocupación por el conocimiento de la psicología, leyenda y posibilidades timpleras quiero que colabore en esa solicitud que es preciso elevar a la venerable Sociedad Filarmónica solicitando la creación de una cátedra de enseñanza de timple. Pero a esto debe anteceder la redacción del método de enseñanza pertinente. ¿Verdad que no es mucho?

No se preocupe usted por la polvareda. Mayor fue la que alzó Colón al zarpar con sus carabelas y ¡América está ahí!

0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.

Apología del Timple. Néstor Alamo, 1/06/1946, periódico Falange

Néstor Álamo.(1906-1994)
Néstor Álamo.(1906-1994)

Si Erasmo de Rotterdam escribió su ‘Elogio de la  Locura’, no es demasiado el que nosotros intentemos, desde aquí, bucear en la apologética del timple. Hará falta que un sesudo investigador nos  demuestre nuestro andar errado para que dejemos de considerar al minúsculo instrumento canario tan autóctono como el Teide, la Cueva de los Verde lanzaroteña y la cuenca del barranco de Tejeda con todos sus basálticos apéndices. Y es que, a quienes intentan la apología de lo propio puede tildárseles de cualquier cosa menos de hombres sin casta ni
amor a su tierra. Todos sabemos que el timple es un ukelele con cierta cuerda más y bastante suerte menos que el hawaiano instrumento. El plus de la
cuerda aumenta sus posibilidades melódicas en un veinte y cinco por ciento sobre aquel su universal hermano. Pero el timple no ha sido estudiado. Casi, casi, podría decirse que se le desconoce. Nadie ha intentado escudriñar en el mundo probable de sus posibilidades.

A los niños juerguistas y a los furrunguiadores de barrio les basta y sobra con dos o tres posturas para salir del paso; es decir, unos cuantos atropellados acordes, sin armonía ni emoción alguna que coadyuven al logro» de un climax en el rebotallo. Y el timple es más; mucho más; muchísimo más. El timple tiene propia alma, vibrante, quejumbrosa, atormentada por angustias de ‘sequía y terregueros. Su mismo regocijo de parranda guarda posos de amargo punzar que hacen daño y abren puertas a las nostalgias del alma de todo intrínseco hijo de las Islas sin necesidad de tintes ni de ecos extraños. Sentir un timple por los muertos lienzos de la noche es como si le clavasen a uno agujas anuladoras de la voluntad en. lo alto de la nuca. El mito de Orfeo se hace presente y  quien escucha queda sin voluntad; como hoja, en el viento, a merced del rumor querencioso de las cinco cuerdas lancinantes del cameyiyo.

Para sentir por entero la amarga melancolía sensual del timple hay que ser pueblo; saberse pueblo a través de generaciones y generaciones de gentes amasadas con tierra y con sudor.

El timple ha respondido siempre en su manejo al más anárquico, desenfadado empirismo. Nació Dios sabe cómo y dónde. ,Y sólo Dios sabe dónde y cómo fueron decretadas las primitivas reglas orales de su pulsar.

Existe una literatura sobre pedagogía ukelélica; no vemos porqué no puede contar el timple con otra parecida. Hemos hablado deello con algunos músicos profesionales; es decir, profesores. Pero según su opinión, no encuentran posibilidades en tal investigación. El timple dicen—es instrumento pobre, rudimentario, sin más fin que servir de festón o ribete a los convivios donde el sancocho y el caldo de pescado son señores. Intentar algo respecto a él sería perder, el tiempo. ¡Y está tan cara la Vida!

Salvo raras excepciones, quienes han reaccionado así son gentes’de afuera, gentes para quienes el -timple no es más que un instrumento chillón y desalmado. Pero en cierta ocasión, un canario de solera recogió el guante de nuestras iniciales, remotas sugestiones timpleras y se engolfó por entero en este estudio; en su localizar de valores.
Y esté canario—inútil nos parece decirlo—es Jeremías; Jeremías Umpiérrez.

Jeremías, al igual que hace el biólogo con sus cultivos, no ha cejado en su empeño de abrir rutas ignoradas a la afición. Su premio—premio espléndido—ha sido el hallazgo de nuevas formas de afinaciones de perspectivas inéditas en la técnica timplista; modulaciones, acompañamientos hasta ahora insospechados. Anchas fajas de terreno virgen dentro de la angosta y admitida forma de manejar
el isleñisimo cameyiyo. Y puede que no ande lejano el día en que por entre las manos de los aficionados de peso discurra ese ansiado, pertinente y necesarísimo «Método de timple».

Ahora Jeremías organiza algo que aún no sabemos qué será. Algo parecido a un ciclo de conferencias-lecciones en que, sobre el terreno, timple en mano, vaya explicando a la gente nueva y a quienes sin serlo sienten eso que el timple representa, el producto de sus investigaciones; las deficiencias en la actual técnica del instrumento y hasta la forma en que pudieran obtenerse, dentro de la propia familia instrumental, cinco unidades de voces distintas y que él ya califica de timplón, segundo,
timple ligero y timplillo.

Todo esto, lector, se hará presente a un público de aficionados en serio; no de noveleros inanes y curiosos. A un público, que sepa sentir y aprovechar ese mundo isleño, reconcentrado, que el timple encierra entre el reclamo de las cinco cuerdas y su lírica joroba. De haber logrado eso que él nos dice, el nombre de Jeremías Umpiérrez será algo vivo para siempre, lleno de la alegría de su propia tierra a través del tiempo; y cuando de muchas personalidades de papel y almidón no quede ni el polvo sobre esta tierra nuestra de la Gran Canaria, el nombre de Jeremías Umpiérrez será sí equivalente, respecto al timple canario,
a lo que cerca de la española vihuela significa el del clérigo pícaro y andariego, bohemio y artista que se llamó Vicente de Espinel.0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.