Timples de Ayer.

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Descripción: Misioneros Franciscanos tocando el timple y parrandeando con los demás vecinos del pueblo de Ye.
Municipio: Haría : 1951-1960
Propietario: Javier Reyes Acuña
Estado de conservación: Bueno Dimensiones: 60 x 90 mm Registro: 6378 Referencia: JR_0638

Misionero Don Raimundo (timple), Julian Perdomo (Guitarra) y Juan Perdomo (Laúd). Información cedida por: Daniel Morales Pérez.

Imagen usada con fines de divulgación y promoción del timple.

Las leales y nobles diferencias. Néstor Alamo, 25/10/1946, Periódico Falange

Néstor Álamo.(1906-1994)
Néstor Álamo.(1906-1994)

Desde hace años nos venia preocupando eso del timple. Era un elemento que andaba a la deriva y sin que nadie mostrara interés en aprovechar sus formidables posibilidades. Juan de Dios «el de la Generala» lo tocaba estupendamente. Pero se fue y nadie volvió a asumir el cetro del virtuosismo timplero.

El timple tiene nombre propio; de raíz ortodoxa. Viene a ser la equivalencia de Doña María Barrientos y su cuerda dentro de nuestras parrandas callejeras, donde el aún ejerce de barítono con tendencias a bajo cantante -y la guitarra hace de todo.

El timple o «cameyiyo» es sencillamente electrizante. El canario de raza que lo oye siente que desde su nuca, desde lo más delicado de sus centros nerviosos se esparce una como anulación de la propia voluntad que lo subordina en todo al lenguaje de las cinco cuerdas. Percibe la onda melódica impregnada de radiaciones sin conten y se trueca en cuerpo muerto en brazos de aquel torrente de llamadas irresistibles. En la noche el reclamo del timple es imperioso, inexcusable, con un sabor agridulce, melancólico, que todos los canarios sentimos sin podérnoslo explicar
ni eludir. Se reproduce, poco más o menos, el mito de orfeo en los Infiernos.

Jeremías es hoy el mejor floriador local de timple. Hace tiempo tratábamos con él de estos asuntos.
Le exponíamos nuestro punto de vista respecto a las posibilidades que se podían extraer del timple con un conocimiento metódico de su técnica de fabricación y modo de pulsarlo. En una rondalla, un par de timples en tonos distintos darían un resultado prodigioso.

Pero las rondallas creen de más alto interés y más fino, el Torna a Sorrento» a base de trémolos de «bandolina» y arrebatos de plectro.

El timple ofrece mayores posibilidades que el ukelele. Y una cuerda más. Tiene un sabor tan nuestro, que ningún otro instrumento lo iguala. Por ese total de circunstancias nos apasiona, desde hace años, el peculiarísimo guitarrejo isleño.

—Vamos, vamos —dirá alguno de la otra banda—, si no es más que un guitarrico adaptado…
Quien esto diga no conoce el «cameyiyo», con sus distintas afinaciones,o no ha visto en su vida al español «requinto».

Desde un punto de vista personal,el guitarrico —es decir, el requinto o sea la guitarra reducida a una quinta expresión-, nos resulta antipático. Cuando oímos que alguien lo manda queriendo suplantar al corcobado instrumento nos parece como si se pretendiera que desdeñásemos el mejor ron de Telde en beneficio de cualquier coñac matarratas a base de alquimia y veneno.

Es muy significativo que el timple tenga su principal zona de aclimatación expansiva en Lanza-,rote. Nadie como los conejeros para florearlos y construirlos. El timple tiene un entronque indudable —a nuestro menguado entender—, en los instrumentos de cuerda moriscos. Todos sabemos que un porcentaje altísimo de la población de aquellas islas —Lanzarote y Fuerteventura— estaba integrado a finales del XVI por gentes cautivadas en las riberas del África vecina. Los naturales de ellas, en gran parte, fueron vendidos
como esclavos en la Europa del Sur a raíz de la conquista y los moriscos vinieron, andando el tiempo, a sustituirlos. Nada tiene de extraño que al igual que hacían con sus ritos, hechicerías y festejos, —guardados cuidadosamente en el secreto del hogar—, trajesen con ellos algún artefacto músico que tras un periodo más o menos largo de adaptación se haya convertido en nuestro timple actual y maravilloso. Conste que es esta hipótesis personal y absolutamente gratuita.

Jeremías Umpiérrez; usted, sin pretenderlo, ha situado en esa su recién publicada conversación sobre el timple canario uno de los sillares más seguros del edificio de nuestras «leales y nobles diferencias» No tema usted; está bien asentado. Nadie se atreverá a tocarlo y el pueblo lo siente y sabe suyo. Ahora bien; así como coadyuvé en fijar en usted la preocupación por el conocimiento de la psicología, leyenda y posibilidades timpleras quiero que colabore en esa solicitud que es preciso elevar a la venerable Sociedad Filarmónica solicitando la creación de una cátedra de enseñanza de timple. Pero a esto debe anteceder la redacción del método de enseñanza pertinente. ¿Verdad que no es mucho?

No se preocupe usted por la polvareda. Mayor fue la que alzó Colón al zarpar con sus carabelas y ¡América está ahí!

0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.

Evocación y nostalgia del timple, María Rosa Alonso, 28/09/1947, periódico Falange

mariarosaalonso«Fué exactamente hace un año en no sabría decir qué cafetín del Puerto de la, Luz. La reunión tenía el saber dé lo sencillo, pero las manos de Jeremías Umpiérrez hicieron el prodigio. .Aquello adquirió, de pronto, un aire emocionado de rito; y otra vez lo vulgar cobró categoría estética desde la raíz de lo sencillo y simple.

El alma de mi tierra se trenzó en las cuerdas del timple embrujado de Jeremías y aquellas rejas prendieron, en los nerviosos barrotes, una enredadera sutil que trenzaban los dedos nerviosos del tocador. ¿Qué me sobrecogió aquella noche encantada de septiembre frontera a una mar sosegada? Lo que tocaba Jeremías era una isa que para mi no lo era; eran unas folias que no me lo parecían. Después tocó…no sé lo qué fué. El paréntesis de un año, cuando en la nave del alma hay tempestades, no permite precisiones, pero Jeremías me aseguró que lo cantaban en Lanzarote.

Mi visión de esta isla natal de Jeremías Umpiérrez, que no se ha casado para vivir libre como los pájaros, según frase suya, es una visión poética; es decir, imaginada porque no he tenido la fortuna de verla. Yo la pienso seca y sedienta, un poco achatada por la continuada pesadumbre solar. Lo que Jeremías cantaba tenía un melancólico borbolleo de mar y desierto, de agua salada y tierra llana, de una inmensa e infinita superficie sin horizonte.

Era un canto que jamás he olvidado porque su melancolía no era recortada sino extensa. Un canto de tierras que ven nacer el sol; y en aquella voz metálica de Jeremías, fue apenas levantaba un susurro, aprendí a oír la letanía de esta mitad oriental del Archipiélago. Entendí con toda claridad la diferencia que hay entre el grupo occidental canario—de mayor humedad— y el oriental, de sequedad más acusada. Por hacer un poco de literatura vi el signo de lo céltico y nórdico en el grupo donde el sol se pone y de lo mediterráneo y sureño por las islas que lo ven nacer. Claro está que es una arbitraria y frívola distinción, pero las resonancias anímicas que las cuerdas de un timple suscitan tampoco nos permitían unas bases firmes para una teoría seria.

Sobre el mármol de la mesa hacía caer Plácido Fleytas su voz que sonaba como aquellos duros de plata inolvidables, de una nostálgica edad económica que nunca ha de volver. Plácido cantaba primorosa y gallardamente sus isas con el sabor de rezo que el canario fino pone en la liturgia del canto popular. ¿Lo recuerda usted, Néstor Álamo? El canario fino de todas las islas imprime en su cantar la unción religiosa que se pone siempre en las hondas zonas del alma. Por eso una de las cosas que menos puede sufrir un canario entero y verdadero es que hagan caricatura de sus cantos populares, o que el desalmado pobre diablo desafine entre los vapores de su brumosa «juma» las notas de unas folias o de una isa.

Nuestros cantes insulares están hechos para individuos solos, personas-islas también y no para brillantes grupos donde la colectividad pespuntea la gallardía de una canción coral.
El canario fino—ese del «canere» y no del «canis»—hace un melancólico «solo» al entonar unas folias, una isa, o una malagueña que aquí aclimataron su.
semilla ibérica. Quede para el erudito la afanosa averiguación de sus orígenes; aquí sólo nos dejamos llevar por la corazonada musical y anímica de nuestros cantos.
No tenemos muchos estudiosos que buceen por las vírgenes tierras de nuestro folklore musical ¿verdad, Lola de la Torre?—Tampoco tenemos ensayistas.
Las cuerdas del timple de Jeremías-un gran timple que es casi un Stradivarius conejero—nos hicieron pensar que estos isleños del grupo oriental cantan y tocan con un matiz distinto al nuestro, el de los isleños occidentales. Cantan como si tuvieran el alma clavada en la mitad de una llanura—desierto o mar, acaso desierto y mar—, como si arrastraran una aridez milenaria oreada con los suaves cambiantes de sus semitonos. Una brisa musical de mar o desierto caldeaba en el cantar de Jeremías y en las cuerdas de su timple,
y yo pensé que unas gentes que cantan así han de tener un alma un poco distinta a la de los que cantamos con menos amplitud de llanura sobre la que extender la voz y el suspiro.

Ningún escritor del Archipiélago se ha detenido a pensar en estas mínimas cosas que pueden ser jalones que nos llevan a una diferenciación de los dos grupos de islas Canarias, Cantar de una manera es en cierta medida un rezar del alma colectiva de una región. Rezar de cierta manera implica un alma y una voz distinta y singulares. Un espíritu serio haría una buena meditación sobre las características especiales del alma de un pueblo.
Sobre su cantar, su humor, su manera de hablar y su vivir que le permitirían un diagnóstico interesante sobre su ser. Pero las mujeres, que somos alma y no espíritu, no sabemos hacer estas cosas de honduras y en la superficie de las cuerdas de un timple bullanguero columpiamos –una noche lejana ya—Unas folias de allá, del grupo occidental, unas folias del picudo Tenerife, que
sonaron distintas a las de Jeremías y a las de Plácido. Y aunque nos unía a todos la impronta común de nuestro isleñismo, el cantar y la voz delataban unos matices que un oído fino pudo haber recogido como distintos mensajes que a lo largo del tiempo han ido labrando almas colectivas
diferentes.Pero las voces­- y esto es decisivo—acoplaron sus tonos, se enredaron en las cuerdas del timple de Jeremías y hubo un momento en que.
primero una y después otra vez todas levantaron un emocionado credo lírico, en un negro paisaje de noche atlántica. Un credo lírico y sentimental a  las excelencias de nuestras amadas «islas Afortunadas.»0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.

Al encuentro de Andrés Macías,timplista. El Eco de Canarias 23/07/1978.

 

 

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Después de la impresionante actuación que nos obsequió a todos los presentes Andrés Macías, en el acto de clausura de la Expo-Arte 78, hemos considerado oportuno tener una charla con él, para que nos aclarase algunos datos de su vida y aprovechar la ocasión, para a través de estas líneas, agradecerle públicamente la labor que durante tantos años, como guerrero impenitente dentro y fuera de nuestras islas, ha hecho en favor de la difusión de nuestro folklore canario.

—Andrés Macías, antes de nada, ¿podía hacernos una pequeña biografía de su vida?12541118_1534094750221735_8526212970096056191_n

—Nací, hace unos cincuenta años, en Las Palmas, en el barrio de Vegueta. Desde muy pequeño, comencé a tocar la guitarra de manos de Pancho Callicó. El Hotel Santa Brígida nos servia como punto de reunión y dedicábamos todas las tardes para tocar «algunas cosillas folklóricas». Después de aquella primera experiencia, me enrolé en una rondalla, donde ya tocábamos piezas clásicas que nos encargábamos de difundir en las famosas serenatas, que por entonces se hacian. Más tarde logré crear un conjunto familiar, de amigos y vecinos, donde nos dedicábamos a actuar en fiestas benéficas, interpretando las canciones de Néstor Álamo único cantante Canario que componía, por aquel entonces. Pasado algún tiempo, ante la brevedad del repertorio, yo mismo, empecé a hacer mis propias composiciones.

—Pero usted es uno de los timplistas más prestigiosos de las islas. ¿Cuándo comenzó a tocar el timple?

—Yo comencé a tocar el timple a raíz de un compromiso que tuve que afrontar cuando un familiar mío, don Juan del Río Ayala, famoso historiador y botánico, formó «La Revista Hablada», en torno a la cual, reunió a un grupo de personas, que debían de dar pequeñas charlas sobre los más diversos aspectos sociales. Un buen día, me dijo que yo tenía que tocar el timple sólo y que tenía que hacer una breve historigrafía del mismo. De esta forma me introduje como timplista solista en el primer número de la revista, que tuvo como escenario El Museo Canario.

—Perdona un momento. Antes de seguir, la historia de la creación del timple, no es muy conocida del público en general, ¿puede referírnosla?

—La creación del timple se remonta a mediados del siglo pasado y según todos los Indicios fue creado por un señor de la Isleta en torno al cual, existe un misterioso silencio. El timple es un instrumento de cinco cuerdas, antiguamente tenía cinco trastes, el único defecto que tenía y el de los que le precedieron, es que utiliza una caja sonora demasiado gruesa. Cada instrumento debe llevar una caja de resonancia diferente que es lo que le diferencia de otro instrumento. La perfecta sonoridad del timple la consiguió Simón Morales Tavío, que era de la Villa de Teguise, Lanzarote, allí, por los años 50 de este siglo. Para ello tuvo que ‘alijar’ la caja de resonancia.

—Abrimos un nuevo paréntesis, para que Andrés Macías, nos siga relatando su vida…

—Corría el año 1.960 y durante 4 años estuve colaborando con «La Revista Hablada», desde el número 1 al 100. Durante estos años me dediqué a perfeccionar las canciones y ahora tengo aproximadamente 37, adaptadas al folklore canario. Debido a mi trabajo en el Ministerio de Obras Públicas tuve que salir 12 años a la Península. Sin embargo a pesar de la distancia, seguí actuando y contribuyendo de alguna forma a la difusión de nuestro folklore. en la Feria del Campo y en los Colegios Mayores de Madrid. Allí grabé un disco con María Mérida, pero la promoción fue muy mala.

—Actualmente de nuevo en nuestras islas. ¿Qué programa artístico tienes?

—Normalmente recorro las islas, tocando lo más típico de ella; de Lanzarote el sorondongo; de Fuerteventura la polka majorera; de Gran Canaria dos Santo Domingo y aires de Lima de Artenara; de Tenerife el Santo Domingo y el tanganillo; de Gomera el tajaraste; de La Palma Los Aires de Lima; de Hierro el baile del vivo. Aparte de todas estas composiciones típicas de cada isla, hay unas comunes a todas ellas, como son la isa, la folia, la malagueña y la seguidilla.

—¿Es preciso realizar algún estudio para tocar el timple?

—No, el timple es un instrumento autodidacta, se hizo para acompañar. El primero que lo sacó de la rondalla fue Jeremías Dumpiérrez, que se hacía acompañar con una guitarra y cantaba. Yo la primera vez que vi el timple, como instrumento solista, fue con Casimiro Camacho, de Fuerteventura, que puntea y se hace acompañar por una guitarra. Actualmente con el mismo sistema podernos encontrar a Totoyo, Valerón, Rojita, etc….

—¿Se puede hablar de una Escuela Timplista?

—No, cada uno enseña a su manera. Yo doy clases en casas particulares y en el colegio Islas Canarias, manejando la mano derecha con redoble, como considero que es la forma más fácil de aprender, pero cada artista tiene su forma diferente de tocarlo, esto hace que no se pueda comparar a los artistas, puesto que no hay unas reglas académicas que normalicen como ha de tocarse el timple.

—¿Es el timple un elemento característico del folklore canario?

— Evidentemente, no se concibe aquí una rondalla sin timple. Es un sonido fundamental que rápidamente se identifica con Canarias.

—¿Tiene alguna relación el timple con la cultura guanche?

—No, puesto que el timple es de posterior invención. Los españoles, cuando llegaron, nos trajeron la guitarra, la bandurria y laúd. Echarri sin embargo descubrió en Tenerife, la similitud existente entre la contra canaria (de cuatro cuerdas) y el cuatro venezolano, el guitarrón canario y el guitarrón mejicano. Prueba que ha valido para poder asegurar que antiguamente en Tenerife se tocaban el timple, la contra y el guitarrón.

—¿Qué difusión tiene el timple y cómo enseña a tocarlo Andrés Macías?

—Es raro la casa canaria en la que no hay un timple, éste se toca en casa, en los colegios, en las reuniones, es algo Intrínseco al canario. Yo enseño a mis alumnos a acompañar en rondalla luego, el virtuosismo es cosa propia del artista. Yo toco a mi aire y procuro hacerlo lo mejor posible.

—¿Dónde se conserva el folklore más puro?

—Hierro y la Gomera son las islas donde el folklore se conserva más autóctono. Sin embargo Las Palmas en flora y fauna, es la más representativa de las islas, puesto que ha no ha sufrído las terribles talas y por tanto es la menos castigada.

—¿Crees que el folklore popular tiene suficiente difusión en las islas?

—No, creo que adolecemos de nuestras folklóricas, y en ello pienso que deberían hacer más las autoridades. El folklore se ha comercializado, y hay grupos que tocan lo que quieren a los turistas. Sería maravilloso reunir con alguna frecuencia los grupos más representativos de las islas y formar auténticas jornadas de arte popular canario.

—¿Cuáles son sus últimos trabajos dentro de la composición?

—Actualmente interpretan canciones mías. Los Gofiones y Mary Sánchez.

—¿Cuáles son las composiciones que más fama le han dado?

—Mi composición más famosa es de hace 17 años, «Pobre Rafael» y otra conocida es la interpretada por Los Gofiones «Perro Bardino».

Así finaliza nuestra entrevista, en la oficina de un canario que trabaja como todos nosotros, pero que saca tiempo libre para difundir con su timple, los sentimientos más profundos que la unen a sus raíces.

 

JULIO IRAZABAL
Fotos: Troya0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.

«Ranchos» y »Divinos» de la Navidad. Entrevista a Casimiro Camacho, 24/12/1952, periódico Falange

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Casimiro Camacho (foto: Hernández Gil)

Cada año, por este tiempo de la Navidad hay como una convocatoria expresa para la literatura.
Se suele escribir de si es triste o alegre, fría o melosamente tibia la Navidad.
Caen los primeros copos de nieve auténtica sobre los montes que doró el estío. Y también cae la nieve artificial por el ramaje del arbolito —que no es el propio sino el más apropiado—, pedazo de «fronda» que se embalsama en un rincón preciso de la casa. A los «nacimientos» —que hoy cuestan tan caros-— se alongan los chiquillos para mover una figura de pastorcillo mal acomodada en un «risco» de cartón piedra o se adelanta hacia el Portal uno de los Reyes Magos. Continúa leyendo «Ranchos» y »Divinos» de la Navidad. Entrevista a Casimiro Camacho, 24/12/1952, periódico Falange

Agrícola Álvarez. Entrevista en el periódico La Opinión de Tenerife ,año 2005.

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En un pequeño taller de La Cuesta con olor a madera y a trabajo, el ebanista y artesano Agrícola Alvarez pasa los días creando instrumentos, creando con esmero y “cariño” sus timples y sus cuatros, el instrumento de cuerdas popular de Venezuela. Con tan so lo 14 años, recuerda Agrícola, realizó su primer timple —del que aún conserva su brazo— y desde entonces no ha parado de construir “siempre de una forma artesanal” sus instrumentos. Y ahora, 61 años después de haberle dado “la vida” a su primer timple, el creador asegura que “si contara todos los timples que he hecho a lo largo” de su vida, “la lista sería interminable”.

“La carpintería no pasa por buenos momentos al igual que la artesanía, ya que muchas piezas ya vienen hechas de fuera y salen más económicas”, explica Alvarez. Y por ello, dejó de lado este campo profesional para dedicarse por completo a la construcción de sus timples. Al principio empezó “vendiendo poco a poco a unos amigos” para pasar posteriormente a dispensar a algunas tiendas de música, aunque tanto de una forma como de otra “no es fácil vender timples debido a que la artesanía está poco protegida en las Islas” y a que la gente no valora el precio de estos trabajos.7383_1530005317297345_5462401784936376678_n

Además de artesano, Agrícola Alvarez, que sostiene que “la música es gloria”, fue concertista junto a su hermano, una labor que le llevó a recorrer todas las Islas con su timple e incluso tiene una grabación con Francisco Feria que lo acompaña con su cuatro. Sin embargo, desde que falleció su hermano —con el que se fue hasta Venezuela a vender sus propias guitarras— no ha vuelto a tocar. Así que ahora se dedica exclusivamente a crear sus timples, instrumentos que asegura que “si se cuidan bien podrían durar toda la vida”. “Un timple de estos no se termina en una semana, ya que están muy elaborados y están todos hechos a mano, incluso el barnizado es a muñeca”, agrega. El artesano que aprendió de forma autodidacta esta profesión. Además de una buena presentación un timple ha de tener una buena sonoridad, una característica que al principio el instrumento no tiene —puesto que aún “está sordo”— pero “a medida que se va tocando se va haciendo al sonido al irse soltando la tapa armónica”. En cuanto al sonido, matiza que siempre es diferente: unos tienen un sonido claro, otros lo tienen bronco. “Es muy dificil sacar dos timples con el mismo sonido”, señala a la vez que reconoce que el sonido que más “gusta a los tocadores es el aterciopelado”. Pese a la escasez de compradores de instrumentos típico, Alvarez dice que el folclore “cada vez va teniendo más auge, mas aceptación” aunque cree que “hay pocas escuelas que enseñen a tocar el timple”.

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Ramón Gil,entrevista en el periódico El Eco de Canarias el 09/05/1980.

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Anda por ahí, por los actos folklóricos y por las parrandas. Por las animaciones de la cultura y por las colaboraciones, un muchacho de 18 años, flaco y no muy alto, como a modo de su instrumento, tocando el timple. La Tertulia Artística «Víctor Doreste» lo había llevado al Centro Social de La Alameda de Colón, a la Casa de Colón y a toda esa andadura por la que va, consiguiendo un gran triunfo. La gente dice que aunque el arte del timple tiene unos cuantos maestros aún jóvenes en Canarias, Ramón Gil, que es como se llama este muchacho, mantendrá el fuego, como figura, por más de cincuenta años. Con Ramón Gil. decimos los terráqueos de las islas, el arte del timple ya no muere. Continúa leyendo Ramón Gil,entrevista en el periódico El Eco de Canarias el 09/05/1980.

Apología del Timple. Néstor Alamo, 1/06/1946, periódico Falange

Néstor Álamo.(1906-1994)
Néstor Álamo.(1906-1994)

Si Erasmo de Rotterdam escribió su ‘Elogio de la  Locura’, no es demasiado el que nosotros intentemos, desde aquí, bucear en la apologética del timple. Hará falta que un sesudo investigador nos  demuestre nuestro andar errado para que dejemos de considerar al minúsculo instrumento canario tan autóctono como el Teide, la Cueva de los Verde lanzaroteña y la cuenca del barranco de Tejeda con todos sus basálticos apéndices. Y es que, a quienes intentan la apología de lo propio puede tildárseles de cualquier cosa menos de hombres sin casta ni
amor a su tierra. Todos sabemos que el timple es un ukelele con cierta cuerda más y bastante suerte menos que el hawaiano instrumento. El plus de la
cuerda aumenta sus posibilidades melódicas en un veinte y cinco por ciento sobre aquel su universal hermano. Pero el timple no ha sido estudiado. Casi, casi, podría decirse que se le desconoce. Nadie ha intentado escudriñar en el mundo probable de sus posibilidades.

A los niños juerguistas y a los furrunguiadores de barrio les basta y sobra con dos o tres posturas para salir del paso; es decir, unos cuantos atropellados acordes, sin armonía ni emoción alguna que coadyuven al logro» de un climax en el rebotallo. Y el timple es más; mucho más; muchísimo más. El timple tiene propia alma, vibrante, quejumbrosa, atormentada por angustias de ‘sequía y terregueros. Su mismo regocijo de parranda guarda posos de amargo punzar que hacen daño y abren puertas a las nostalgias del alma de todo intrínseco hijo de las Islas sin necesidad de tintes ni de ecos extraños. Sentir un timple por los muertos lienzos de la noche es como si le clavasen a uno agujas anuladoras de la voluntad en. lo alto de la nuca. El mito de Orfeo se hace presente y  quien escucha queda sin voluntad; como hoja, en el viento, a merced del rumor querencioso de las cinco cuerdas lancinantes del cameyiyo.

Para sentir por entero la amarga melancolía sensual del timple hay que ser pueblo; saberse pueblo a través de generaciones y generaciones de gentes amasadas con tierra y con sudor.

El timple ha respondido siempre en su manejo al más anárquico, desenfadado empirismo. Nació Dios sabe cómo y dónde. ,Y sólo Dios sabe dónde y cómo fueron decretadas las primitivas reglas orales de su pulsar.

Existe una literatura sobre pedagogía ukelélica; no vemos porqué no puede contar el timple con otra parecida. Hemos hablado deello con algunos músicos profesionales; es decir, profesores. Pero según su opinión, no encuentran posibilidades en tal investigación. El timple dicen—es instrumento pobre, rudimentario, sin más fin que servir de festón o ribete a los convivios donde el sancocho y el caldo de pescado son señores. Intentar algo respecto a él sería perder, el tiempo. ¡Y está tan cara la Vida!

Salvo raras excepciones, quienes han reaccionado así son gentes’de afuera, gentes para quienes el -timple no es más que un instrumento chillón y desalmado. Pero en cierta ocasión, un canario de solera recogió el guante de nuestras iniciales, remotas sugestiones timpleras y se engolfó por entero en este estudio; en su localizar de valores.
Y esté canario—inútil nos parece decirlo—es Jeremías; Jeremías Umpiérrez.

Jeremías, al igual que hace el biólogo con sus cultivos, no ha cejado en su empeño de abrir rutas ignoradas a la afición. Su premio—premio espléndido—ha sido el hallazgo de nuevas formas de afinaciones de perspectivas inéditas en la técnica timplista; modulaciones, acompañamientos hasta ahora insospechados. Anchas fajas de terreno virgen dentro de la angosta y admitida forma de manejar
el isleñisimo cameyiyo. Y puede que no ande lejano el día en que por entre las manos de los aficionados de peso discurra ese ansiado, pertinente y necesarísimo «Método de timple».

Ahora Jeremías organiza algo que aún no sabemos qué será. Algo parecido a un ciclo de conferencias-lecciones en que, sobre el terreno, timple en mano, vaya explicando a la gente nueva y a quienes sin serlo sienten eso que el timple representa, el producto de sus investigaciones; las deficiencias en la actual técnica del instrumento y hasta la forma en que pudieran obtenerse, dentro de la propia familia instrumental, cinco unidades de voces distintas y que él ya califica de timplón, segundo,
timple ligero y timplillo.

Todo esto, lector, se hará presente a un público de aficionados en serio; no de noveleros inanes y curiosos. A un público, que sepa sentir y aprovechar ese mundo isleño, reconcentrado, que el timple encierra entre el reclamo de las cinco cuerdas y su lírica joroba. De haber logrado eso que él nos dice, el nombre de Jeremías Umpiérrez será algo vivo para siempre, lleno de la alegría de su propia tierra a través del tiempo; y cuando de muchas personalidades de papel y almidón no quede ni el polvo sobre esta tierra nuestra de la Gran Canaria, el nombre de Jeremías Umpiérrez será sí equivalente, respecto al timple canario,
a lo que cerca de la española vihuela significa el del clérigo pícaro y andariego, bohemio y artista que se llamó Vicente de Espinel.0001Documentación obtenida de Jable. Archivo de prensa digital de la ULPGC.